Coincidiendo con la última semana de clases, tuvo lugar como todos los años el viaje fin de estudios de los alumnos de 4º de ESO. Visitamos Cantabria y Asturias y en el tránsito también estuvimos en Burgos.

Salimos el sábado 15 de junio y visitamos la ciudad de Burgos con todo su inmenso patrimonio artístico: la catedral, el casco antiguo y el Monasterio de las Huelgas.

La primera noche la pasamos en Santillana del Mar (Cantabria) y allí coincidimos con un grupo de alumnos de Barcelona con los que tuvimos muy buen rollo. Al día siguiente visitamos Comillas (donde disfrutamos de un baño en la playa húmedo por la lluvia), San Vicente de la Barquera y ya en Asturias estuvimos en Llanes, donde comimos al estilo italiano (pizzas) y visitamos el puerto multicolor Los Cubos de la Memoria. Y ya por fin nos instalamos en Cangas de Onís donde deshicimos las maletas y trazamos nuestra ruta para el resto del viaje.

 

Dos días nos desplazamos a Arriondas, lugar estratégico del deporte de aventura. Un día hicimos 7 kms. de descenso por el Sella en piragua (y seguía lloviendo, porque no lo hemos comentado pero no paraba de llover desde que salimos). Al día siguiente, estuvimos en Lastres en el Museo de los Dinosaurios, y nos paseamos por el pueblo a ver si veíamos al Doctor Mateo.

Al día siguiente, volvimos a la aventura, esta vez algo más duro porque hicimos barranquismo: saltos, rappel, bien equipados y a las órdenes de los monitores. Ese día por la tarde visitamos el santuario de Covadonga y volvimos otra vez sin ver los Lagos por culpa de la niebla. Todos los alumnos subieron al santuario a pie por una nueva ruta que se ha abierto atravesando el bosque. Esta caminata sirvió de entrenamiento para el día siguiente: 23 kms a pie por la garganta del río Cares: monte, cabras montesas y viajeros de toda Europa saludándose en todos los idiomas.

Cada noche había un rato de esparcimiento y nos íbamos a un bar donde las partidas de futbolín se esperaban con ansiedad. Hubo tiempo de compras de productos típicos (fabes, cabrales…). También recibimos unas clases de escanciar sidra y tomarnos unos culines.

La última noche prácticamente se hizo día y el descanso fue con el traqueteo del autobús de vuelta que nos dejó en la puerta del parque Warner en Madrid y el vértigo hizo que nos despabiláramos en las atracciones más «peligrosas» no aptas para cardíacos, sobre todo profesores.

Lo importante: todos llegaron sanos y salvos y a punto para la feria de Montemayor.